Silueta fetal, cada segundo distante empaña la superficie de una estructura de hueso abandonada cuidadosamente dentro de una caja de porcelana, la caja está dentro de una pared tapizada con rosas rojas y blancas en un fondo negro. En primer plano un hombre engancha al anzuelo de su caña deportiva un gusano, que arde visiblemente al contacto del alcohol en los dedos del pescador. Una mujer, quizás su amante, está a su lado, mira con envidia el dolor de la criatura ardiendo. Camina hacia una mesa detrás de los dos y traga una pastilla, cuando el narcótico hace efecto arrastra su memoria día a día hacía todos esos rostros familiares, sonríe a la videocámara mientras las fronteras se degradan dejándola sola entre sus huesos y su carne, conduciéndola a un agradable olvido… en la piel se gesta el abismo del futuro… dentro del horno de gas portátil la carne gira, es un día festivo, un eterno Aniversario del Fin del Muro. Invisiblemente una mancha diabética crece sobre la limpia tela blanca de la ropa interior masculina de alta costura, un caramelo antibacterial se tritura en su boca, puntas lacerantes en cada fragmento que pasea con la lengua alrededor de sus encías, pequeñas mordeduras en los labios, un ligero sabor a sangre; varios días después aún siente el escozor en la boca… es tan fácil golpear con el puño desnudo las cuatro paredes, arañarlas, explorar la saliente superior, pero es im… la carne ennegrece en los largos hornos, detrás de un cristal antibalas un líder religioso bendice un complejo químico, aguas marinas succionando arena una vez más… una vez más… cada vez más, allí donde descansan enormes superficies fibrosas de nieblas casi sólidas… todo sucede en cada segundo distante… Encienden un cigarrillo, beben un licor extranjero, en el fondo de la botella flota un gusano… el hombre mira a la mujer y murmura algo. El narcótico termina su efecto… las hormonas se saturan… el glaucoma se forma… sobreviene un instante de lucidez… Hay una fábrica detrás de la pareja: veinte pisos por los que hormiguean seres humanos detrás de las paredes de mármol falso. La confianza o el dolor espectral con el que su cuerpo somnoliento digiere su propia seguridad la empuja a hundirse hasta la cintura en las aguas negras del lago. Mirando hacia atrás, por encima del hombro, ella ve el piso doce o trece de la solitaria fábrica. En una terraza, un hombre obeso se abre la camisa con un gesto violento, ella observa los movimientos convulsivos que nacen del pecho y se apoderan poco a poco de todo el cuerpo, el cansancio se apodera de él como un enorme pájaro, frena sus movimientos, su cuerpo ya sólo es una ondulación en el paisaje, se agita ligeramente hasta que alcanza el reposo y acata a las leyes de la inercia y gravitación a las que nos hemos acostumbrado a llamar muerte. La mirada que ella ha detenido tan largamente en el hombre la ha hecho tropezar y cae en el agua con brusquedad, al volver a la superficie observa una fractura en las paredes de concreto. En ese instante que aún subsiste en las regiones inferiores de su memoria, en ese espacio tan breve como eterno, se conciben dos vidas.
Ambas vidas, ejecutor y víctima, están siendo calibradas en la experta mira telescópica de un francotirador profesional, cualquiera reconoce la doble águila de la Auftrag 9mm, la punta esmerilada de la bala, el brillo rojo de la guía láser, un arma obsoleta, sí, pero efectiva… La luz del deflector sobre el cuerpo produce una larga sombra sobre la ondulante tela blanca. En un momento impreciso el ejecutor sonríe y le exige que se cubra los ojos con una cinta blanca. Los años se entrelazan y exigen un mayor impulso muscular, ella no puede comprender la velocidad de los eventos. Detrás de la tela, una pantalla de nueve por nueve monitores proyecta su imagen en negativo blanco y negro, su silueta negra sobre un fondo blanco. En su mente, a falta de imágenes reales, surgen todos esos rostros familiares, algunas palabras se filtran mientras la música oscila incesantemente a su alrededor e incluso vislumbra luz. El silencio la rodea por un instante, la divide en dos mitades perfectas: Venus Ciega en Babel… Un fondo en sombras rosas, el cadáver aséptico de una res abierta colgando detrás de un hombre carente de la mitad superior de su rostro y cubierto con un paraguas, se genera una sonrisa incompleta y enigmática, es el cadáver de Mussolini, el suelo está salpicado de sangre. Hay una estructura tubular de acero de la que cuelgan riñones, vértebras y cortes selectos de carne roja. Encima de todo, coronando la crucifixión, serpentinas de vísceras pálidas y listas, saturadas de grasa, óleo y tempera sobre lienzo, 1946, 198 por 132 centímetros… Después de todo fue un buen año, las celebraciones se extienden, la tumba de L. F. Céline es visitada por una sola persona que escarba un poco con los dedos en la tierra húmeda y recuerda la forma en que los perros ladraban al paso del escritor, el desfile de disfunciones neuronales en las salas de tratamiento eléctrico de las psicosis de guerra, un niño hambriento y sonámbulo sosteniendo un cuchillo en el teatro… las tormentas de acero, los soldados recien mutilados, las primeras proyecciones cinematográficas en medio de un clima cándido y servil, los hombros desnudos de Louise Brooks, Karl Kraus fumando de una pipa, sombrío, ante la cámara fotográfica, Henry de Montherlant pasea pensativo... las pieles de zorro alrededor de los cuellos… bajo los árboles muertos dos lobos mezclaron su sangre… James Ensor pinta a una niña sosteniendo una silueta fetal, detrás una pared tapizada en negro... motivos florales... máscaras…
Traducir imágenes y símbolos a términos concretos es una operación carente de sentido, por ello el fascismo es una política fundada en el desprecio, aún no está claro si es un desprecio que surge de una lucidez extrema o si este desprecio la genera. Pierre Drieu La Rochelle, después de cruzar del rechazo surrealista al fanatismo fascista, desesperado como nunca, fue quien supo describir mejor que nadie una nueva conciencia: esta conciencia se forjó a través de la interacción de todos los elementos en una dinámica que sólo era posible en su época: el combatiente de la Gran Guerra formado en las tropas de tierra o las fuerzas aéreas, convertido en francotirador, terrorista asesino, errando de un albergue juvenil a otro, recorriendo Europa de extremo a extremo hacia una salvación aún desconocida, mientras perdure la lucidez. Hay que morir sin cesar para renacer sin cesar. Mojigatería versus libertinaje, ovejas con piel de lobo, las malas semillas de las que crecen los frutos de la corrupción, falsos profetas, líderes, la cornamenta de la mentira diaria, la sangre corre diariamente: El poder es una marioneta hermafrodita. Cada respiro aproxima más y más a un estado de animo contaminado, inmundo, la asfixia ritual. Irritación, claustrofobia, ansiedades creadas a través de la intrincada extensión de cada una de sus acciones... entre nosotros crece un muro... la epidemia... el héroe en turno, ocupando su lugar destacado en el horizonte sangriento de las posibilidades inmediatas de la historia, el sol ardiendo por encima de las raíces húmedas, de los zoológicos y los edificios antiguos, muy pronto todo estará olvidado… lo inferior lo obsoleto lo fútil… una máscara de látex cubriendo un rostro que grita... he aquí la bala, la navaja, la jeringa y la disposición a actuar, pero la caridad es una actriz estéril, a veces confundida con el egoísmo y se transforma fácilmente en una obsesión. El predicamento acostumbrado, los mandamientos rotos, adversidad, avaricia, sacrilegio, blasfemia, celos, estupidez, alienación, olvido... cada hora hiere, la última mata. Exhumar para consumir.
Después de todo, no es tan cierta esa ineludible insinuación, ese inefable remordimiento, ese instinto secreto que revela la impureza oculta en el éxito, la vulgaridad de la victoria, el sucio pesebre donde nace la buena fortuna. La pureza revelada, la catarsis, se halla en el infortunio, en la tragedia, en cada… constante… jaque mate…
Ambas vidas, ejecutor y víctima, están siendo calibradas en la experta mira telescópica de un francotirador profesional, cualquiera reconoce la doble águila de la Auftrag 9mm, la punta esmerilada de la bala, el brillo rojo de la guía láser, un arma obsoleta, sí, pero efectiva… La luz del deflector sobre el cuerpo produce una larga sombra sobre la ondulante tela blanca. En un momento impreciso el ejecutor sonríe y le exige que se cubra los ojos con una cinta blanca. Los años se entrelazan y exigen un mayor impulso muscular, ella no puede comprender la velocidad de los eventos. Detrás de la tela, una pantalla de nueve por nueve monitores proyecta su imagen en negativo blanco y negro, su silueta negra sobre un fondo blanco. En su mente, a falta de imágenes reales, surgen todos esos rostros familiares, algunas palabras se filtran mientras la música oscila incesantemente a su alrededor e incluso vislumbra luz. El silencio la rodea por un instante, la divide en dos mitades perfectas: Venus Ciega en Babel… Un fondo en sombras rosas, el cadáver aséptico de una res abierta colgando detrás de un hombre carente de la mitad superior de su rostro y cubierto con un paraguas, se genera una sonrisa incompleta y enigmática, es el cadáver de Mussolini, el suelo está salpicado de sangre. Hay una estructura tubular de acero de la que cuelgan riñones, vértebras y cortes selectos de carne roja. Encima de todo, coronando la crucifixión, serpentinas de vísceras pálidas y listas, saturadas de grasa, óleo y tempera sobre lienzo, 1946, 198 por 132 centímetros… Después de todo fue un buen año, las celebraciones se extienden, la tumba de L. F. Céline es visitada por una sola persona que escarba un poco con los dedos en la tierra húmeda y recuerda la forma en que los perros ladraban al paso del escritor, el desfile de disfunciones neuronales en las salas de tratamiento eléctrico de las psicosis de guerra, un niño hambriento y sonámbulo sosteniendo un cuchillo en el teatro… las tormentas de acero, los soldados recien mutilados, las primeras proyecciones cinematográficas en medio de un clima cándido y servil, los hombros desnudos de Louise Brooks, Karl Kraus fumando de una pipa, sombrío, ante la cámara fotográfica, Henry de Montherlant pasea pensativo... las pieles de zorro alrededor de los cuellos… bajo los árboles muertos dos lobos mezclaron su sangre… James Ensor pinta a una niña sosteniendo una silueta fetal, detrás una pared tapizada en negro... motivos florales... máscaras…
Traducir imágenes y símbolos a términos concretos es una operación carente de sentido, por ello el fascismo es una política fundada en el desprecio, aún no está claro si es un desprecio que surge de una lucidez extrema o si este desprecio la genera. Pierre Drieu La Rochelle, después de cruzar del rechazo surrealista al fanatismo fascista, desesperado como nunca, fue quien supo describir mejor que nadie una nueva conciencia: esta conciencia se forjó a través de la interacción de todos los elementos en una dinámica que sólo era posible en su época: el combatiente de la Gran Guerra formado en las tropas de tierra o las fuerzas aéreas, convertido en francotirador, terrorista asesino, errando de un albergue juvenil a otro, recorriendo Europa de extremo a extremo hacia una salvación aún desconocida, mientras perdure la lucidez. Hay que morir sin cesar para renacer sin cesar. Mojigatería versus libertinaje, ovejas con piel de lobo, las malas semillas de las que crecen los frutos de la corrupción, falsos profetas, líderes, la cornamenta de la mentira diaria, la sangre corre diariamente: El poder es una marioneta hermafrodita. Cada respiro aproxima más y más a un estado de animo contaminado, inmundo, la asfixia ritual. Irritación, claustrofobia, ansiedades creadas a través de la intrincada extensión de cada una de sus acciones... entre nosotros crece un muro... la epidemia... el héroe en turno, ocupando su lugar destacado en el horizonte sangriento de las posibilidades inmediatas de la historia, el sol ardiendo por encima de las raíces húmedas, de los zoológicos y los edificios antiguos, muy pronto todo estará olvidado… lo inferior lo obsoleto lo fútil… una máscara de látex cubriendo un rostro que grita... he aquí la bala, la navaja, la jeringa y la disposición a actuar, pero la caridad es una actriz estéril, a veces confundida con el egoísmo y se transforma fácilmente en una obsesión. El predicamento acostumbrado, los mandamientos rotos, adversidad, avaricia, sacrilegio, blasfemia, celos, estupidez, alienación, olvido... cada hora hiere, la última mata. Exhumar para consumir.
Después de todo, no es tan cierta esa ineludible insinuación, ese inefable remordimiento, ese instinto secreto que revela la impureza oculta en el éxito, la vulgaridad de la victoria, el sucio pesebre donde nace la buena fortuna. La pureza revelada, la catarsis, se halla en el infortunio, en la tragedia, en cada… constante… jaque mate…