domingo, agosto 17, 2003

Cronenberg

Finalmente, después de retrasos inexplicables, fue estrenada comercialmente la última película de David Cronenberg, Spider, basada en la novela homónima de Patrick McGrath. Este filme ya había sido visto en la Ciudad de México al menos dos veces, la primera en el Festival del Centro Histórico del 2002, de la cual se enteraron tan sólo algunos especialistas y en la que, se dice, fue proyectada una copia ilegal en video. Y la segunda, quizás más importante, fue la presentación en la así llamada Cineteca Nacional en junio del 2003, exclusiva para distribuidores y representantes del circuito de salas, con la intención de generar un interés entre los profesionales del tráfico cinematográfico. A esta última asistió el propio director, David Cronenberg, que después de algunos éxitos de taquilla en los ochentas, ahora realiza una cinematografía personal de obsesiones, así que tiene que luchar intensamente por la exhibición de cada uno de sus filmes como un artista independiente más.

En estos días se escuchará y leerá en las reseñas una y otra vez los mismos lugares comunes a los que un crítico renombrado ya no teme caer, pero seguramente la película no tendrá el más mínimo éxito en la taquilla, afortunadamente ni siquiera la ayudará el estúpido subtítulo que muestran los carteles de algunas salas: Spider, la verdadera historia del hombre araña, enmienda que más de uno encontrará "divertida", bajo la inercia de que todo lo que rodea a su artista merece notarse, en el peor de los casos se le calificara de error posmoderno, válvula de escape en cualquier conversación trasnochada. Así, el realizador se deslinda por completo de su trabajo, que adquiere la dúctil vida independiente que merece y él lo sabe. Por ello, aquella noche de promoción, David Cronenberg dejó la sala a los pocos minutos, no escuchó los fervientes aplausos que le fueron dados al final de la proyección, no lo soporta, siente que no están dirigidos a él sino a otro, la figura que han construido los medios, tal y como me lo expresó en sus propias palabras unas pocas horas después. Cuando entré a la sala no pensé que se ubicaría tan cerca de donde yo me había infiltrado, así que la primera impresión fue desconcertante, en pocos años Cronenberg había envejecido notoriamente, pero era una vejez saludable, su mirada era rapaz, lúcida y firme, sus movimientos ágiles.

El público lo recibió con escandalosos aplausos, mismos con los que yo no participé. Después de la proyección hubo un cóctel elitista, en el que sin ningún reparó asumo que también me infiltré con las mismas estrategias con la que había entrado a la sala. El cóctel discurría con la trivialidad esperada, grupos de gente bien vestida hablaba entre sí e intercambiaba chismes y envidias profesionales, detrás de esa cortina de apatía vi al director junto a su esposa, apenas y se aproximaban a él algunas personas que se retiraban después de algún intercambio breve de palabras. Cuando me acerqué tan sólo vi a un muchacho seguramente muy vivaz extenderle una copia ilegal de 20 pesos de La Mosca con la intención de que se la firmará, en medio de risas nerviosas, “congratulaishons for te flay ” intentó decirle en inglés, Cronenberg no ocultó su incredulidad pero fue muy amable. Entonces me acerqué, le mostré la primera edición en español de Almuerzo Desnudo, que data de 1969 y que reviso con interés pues siempre ha apreciado los libros, me atreví a decirle que veía una fuerte influencia de Samuel Beckett en Spider, a lo que respondió “Sí, absolutamente” con una mirada abierta indescriptible que terminó en una desconcertante sonrisa. Después de un poco más de conversación, le pregunté directamente por qué sus últimos proyectos habían dado un giro tan radical, su respuesta fue completamente inesperada: “Ya estoy cerca de la edad en que murió mi padre, su muerte fue muy repentina, estaba enfermo de algo que no le permitía la asimilación de calcio, poco a poco terminó como una especie de masa sobre su cama pues sus huesos dejaron de sostenerlo, fue muy duro para la familia, porque él era un hombre muy culto, muy inteligente, y aún así no podía hacer nada. Desde entonces no he dejado de tener la certeza de que el cuerpo actúa más como un enemigo, un traidor, que como un aliado. Esa idea cada vez es más obsesiva y todos mis proyectos ahora giran en torno a ello, sinceramente no puedo evitarlo.”

Le di la mano y me despedí de él…