En un estrato inferior, o quizá superior, la vida se reduce a dos o tres acciones esenciales: comer y huir; o comer, reproducirse y huir; o matar, comer, reproducirse, huir y matar de nuevo. Entre una acción y otra puede haber cambios radicales de escenarios o matices inesperados, la sensación constante de temor les devuelve su distinción esencial, que es la de envolverlo todo en una luz de alerta. Más allá de la semántica, la única realidad ineludible es la del hambre, la mordedura del hambre. En el fondo todo es sobrevivencia, intercambiar acciones por tiempo vital, por espacio o por poder. Es una espiral de vida o de muerte, donde tan sólo de vez en cuando se vislumbra algo más en los pocos instantes de meditación, ubicado fuera de esta espiral. En el otro extremo se ubica la embriaguez, el escape hacia la inconsciencia, la ausencia de alerta, el fin del miedo. Y no sólo la embriaguez del alcohol u otros estimulantes (es decir la embriaguez química), sino también la del sólo triunfo por encima del resto de los seres, que apenas y es ligeramente más controlable que la locura.
Es muy difícil estar conscientes todo el tiempo del costo biológico de nuestra vida cotidiana, de nuestra cultura. El inmenso paso que representa ubicarnos sin dificultad fuera de la espiral; poder pensar en cualquier momento, simplemente pensar, sin tener encima la inminencia del ataque de un depredador, sin tener que ver la muerte a la cara a cada instante. “Pensar es uno de los mayores placeres de la humanidad”, hace decir Bertolt Brecht a Copérnico, poco antes de que le presenten los instrumentos de tortura. El conocimiento acumulado ha tenido un costo en sangre que sería incalculable, ¿cuántas muertes para que fueran disponibles los Dialogos de Platón? ¿Cuántas guerras para la música de cámara? El simple derecho a la información ha costado miles de vidas y es tan frágil, no se puede sostener por sí mismo. Apenas y a alguien le importa.
Por ello, libros como La Rata lucen como recordatorios urgentes de las estructuras inherentes que realmente sostienen la vida. Nunca publicada en su idioma original, el polaco, sino en checo en 1990, actualmente es una obra traducida al menos a quince idiomas. El texto, escrito en primera persona, describe la intensa y violenta vida de una rata común, desde su nacimiento hasta su muerte, como las hay por millones alrededor del mundo. Su mayor aportación es su aproximación total y sincera a la vida animal, donde no existe ningún tipo de elección moral: la rata vive en un presente eterno, donde lo único que importa es el segundo siguiente, todo termina reduciéndose a dientes y carne. El erotismo, la política o la vulgaridad lucen no sólo superfluas, sino insostenibles. Toda su existencia está marcada por un frenesí febril contagioso, para la rata la inteligencia es un arma mortal, que sirve para contender con el enemigo, vencer, engañar, devorar. Y aún así, hay espacio para el éxtasis, incluso para el placer y el ocio, en donde tiene un papel destacado el placer musical, al que le dedica un pasaje entero, pareciera demostrar asi que éste es quizá el más elevado de los placeres.
En la tragedia que compone Andrzej Zaniewski, la realidad y el mito son experimentados simultáneamente y configuran una misma experiencia incompartible…
La rata, de Andrzej Zaniewski, publicada en 1994 por Alianza Editorial, con el número 26 de la colección Alianza Cuatro.
Es muy difícil estar conscientes todo el tiempo del costo biológico de nuestra vida cotidiana, de nuestra cultura. El inmenso paso que representa ubicarnos sin dificultad fuera de la espiral; poder pensar en cualquier momento, simplemente pensar, sin tener encima la inminencia del ataque de un depredador, sin tener que ver la muerte a la cara a cada instante. “Pensar es uno de los mayores placeres de la humanidad”, hace decir Bertolt Brecht a Copérnico, poco antes de que le presenten los instrumentos de tortura. El conocimiento acumulado ha tenido un costo en sangre que sería incalculable, ¿cuántas muertes para que fueran disponibles los Dialogos de Platón? ¿Cuántas guerras para la música de cámara? El simple derecho a la información ha costado miles de vidas y es tan frágil, no se puede sostener por sí mismo. Apenas y a alguien le importa.
Por ello, libros como La Rata lucen como recordatorios urgentes de las estructuras inherentes que realmente sostienen la vida. Nunca publicada en su idioma original, el polaco, sino en checo en 1990, actualmente es una obra traducida al menos a quince idiomas. El texto, escrito en primera persona, describe la intensa y violenta vida de una rata común, desde su nacimiento hasta su muerte, como las hay por millones alrededor del mundo. Su mayor aportación es su aproximación total y sincera a la vida animal, donde no existe ningún tipo de elección moral: la rata vive en un presente eterno, donde lo único que importa es el segundo siguiente, todo termina reduciéndose a dientes y carne. El erotismo, la política o la vulgaridad lucen no sólo superfluas, sino insostenibles. Toda su existencia está marcada por un frenesí febril contagioso, para la rata la inteligencia es un arma mortal, que sirve para contender con el enemigo, vencer, engañar, devorar. Y aún así, hay espacio para el éxtasis, incluso para el placer y el ocio, en donde tiene un papel destacado el placer musical, al que le dedica un pasaje entero, pareciera demostrar asi que éste es quizá el más elevado de los placeres.
En la tragedia que compone Andrzej Zaniewski, la realidad y el mito son experimentados simultáneamente y configuran una misma experiencia incompartible…
La rata, de Andrzej Zaniewski, publicada en 1994 por Alianza Editorial, con el número 26 de la colección Alianza Cuatro.